lunes, 26 de abril de 2010

LLORANDO EN LA OSCURIDAD

Qué ocurriría si un hombre llorara en público, siendo visto por el resto de las personas.
Cuál sería la reacción popular, de considerarlo una persona débil, de entenderlo, de no ver ninguna rareza en ello, de marginarlo?.
Lo más seguro que tal como dictan los cánones del patriarcado, de los estereotipos de nuestra sociedad, sería marginado, perdería el tan honorable título de HOMBRE, dejaría de tener la masculinidad social que diariamente se nos exige.
Pero la cosa cambia completamente cuando la persona que llora es una mujer, entonces toda la sociedad lo ve como normal, se admite como lógico, se asume que forma parte del género femenino.
A nadie se le ocurriría marginarla por este motivo, es más casi todos correríamos a su lado para consolarla y pedirle los motivos de su pena.
Anecdótico y paradójico, socialmente estamos provocando que uno de los sexos tenga que esconder sus sentimientos, que sea penalizada su expresión o su simple citación, cualquier intento sufre la “inquisición social”, con la consiguiente marginación, perdida de la consideración y separación del grupo.
En base a que maraña de normas y etiquetas, nos vemos obligados a esconder los hombres nuestros sentimientos, a privarnos de nuestro “yo” interno, a vestirnos con una coraza de piedra que nos hace mentirnos y despreciar lo más intimo de nuestro ser. Ser una persona ilógica, fría, con una máscara social para evitar ser condenados al destierro